sábado, septiembre 16, 2006



LA BIBLIOTECA DEL OLVIDO


"Cuando lo bello es horrible, lo que era horrible se hace bello..."
(Mac Beth - Primer Acto, de William Shakespeare)


A los veinte años uno es eterno, es decir, un aprendiz de Quijote.


De tal suerte, Alejandro Magno se lanzó a someter al mundo a esta gloriosa edad, imbuido e impelidoi por sus ideas, forjadas en el gran crisol de lo que fue la Cultura Helénica. Sin embargo, conquistar un mundo guarda peculiares singularidades y no se puede olvidar que el principal deber de la raza humana es el de heredar conocimientos a sus descendientes, para que estos puedan utilizar el esqueleto carcomido de la Historia (o el de una de sus muchas apariencias), y así crear un nuevo cuerpo y ¿por qué no? un nuevo espíritu.
Alejandro, con todo, hizo lo suyo y, hacia el año 330 AC, llega a la desembocadura del Nilo, allí, en el antiguo emplazamiento de una aldea llamada Rakotis, funda LA Ciudad de Alejandría, en la cual más tarde se hallaría la Gran Biblioteca cuya fama ha perdurado hasta nuestros días; aquella biblioteca fue depositaria, no está demás decirlo, del saber de los albores del tiempo, de conocimientos de personajes sabios, de insignes imperios y ancestrales civilizaciones.
Pero quizás porque los dioses aborrecen la sabiduría que se torna en soberbia, dotan a la humanidad de curiosos utensilios (llámense circunstancias, pasiones, voluntades, etc.) para anular o suprimir sus pretensiones divinas; o tal vez sea cierto eso de que existen operaciones misteriosas que de unj modo secreto se anulan en el tiempo.
Así, Julio César, otro señor del mundo, temiendo un levantamiento en las tierras que acababa de conquistar, ordena el incendio de la Flota Egipcia anclada en el puerto, las llamas infortunadamente alcanzan el mercado y, a través de las azoteas, accidentalmente llegan a la Gran Biblioteca, la que en cuestión de muy poco es pasto de las llamas.
De otra suerte, un emperador concibio una idea mosntruosa (por lo ambiciosa) y mandó quemar todos los libros anteriores a su reinado, para luego ordenar que el tiempo o la historia si lo prefieren, empezara con él, y que sus sucesores en el trono a partir suyo (el Primer Emperador) fuesen llamados: Segundo Emperador, Tercer Emperador... y asísucesivamente. Aquellos que se resistieron a la quema o escondieron alguno de los libros proscritos fueron condenados a trabajar de por vida en la construcción de un descomunal cerco, pues también fue éste y no otro aquel mismo emperador quien hizo construir la Gran Muralla China; para al final llamarse a si mismo Shih Huang Ti, quien sabe con el motivo de señalarse a sí mismo como aquel mítico Primer Emperador Huang Ti, quien inventó la escritura y la brújula.
La Gran Biblioteca de Alejandría fue por decirlo de un modo, el ombligo cultural del mundo antiguo.
Tres mil años de historia tenían los chinos (y en esos años el Emperador amarillo, Chaung Tzu y Confucio y Lao Tzu) cuando su amo y señor les ordenó olvidar su pasado mítico o real, para comenzar a contar los años a partir del él.
Y ¿qué fue lo que ganó la humanidad con esta hoguera de circunstancias y voluntades?
No es posible saberlo, a lo mejor porque nunca podremos medir lo que se ha perdido.

Referencias Recomendadas
1. Grimberg C. Julio César. Historia Universal
2. Borges JL. La muralla y los libros. Nueva antología Personal. Editorial Bruguera 1987.
3. Giles HA. Historia de China

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